Dime que vas a escribir un libro, me quedo con ganas de leer más, le decía su amiga y lectora. Claro que se agradece, por supuesto que existan ojos dispuestos a pasar su mirada por tus letras y que eso les resulte un placer es una cosa que se agradece profundamente. Claro que se hace lo que se puede, permanecer 11 horas en la oficina, escribir todo el día para otros, de lunes a viernes, es poco lo que queda para uno, letras para uno y sin embargo se da el tiempo para encontrar cordura, letras, tiempo, tema, forma de decirlo. ¿Cuántas ideas le pasan por la cabeza al día? ¿Cuántas cosas no dice y decirlas implicaría un riesgo mayor? Cuando otros le reclaman, “siempre te quejas, no hay día que no te quejes” mientras ella piensa yo lo hago por medio de las letras no en medio de las pláticas, no de la música, no de la gente, no del ambiente. Pobre de mí que me quejo de cosas serias, de cosas que competen a más personas que la propia individualidad, más allá del gusto personal. M...