Las diosas habían
respondido a las oraciones, habían enviado una dulce delicia,
conocida por las deidades como chocolate. Era ambrosía, porque era
comida de los mismísimos dioses que habían compartido con la
civilización, después del sacrificio y las danzas de la lluvia, los
rituales y ruegos habían sido escuchado por las diosas.
La presencia de la
diosa podía sentirse, los observaba cuando cometían los pecados que
pueden ser cometidos por los seres vivos, asesinato, lujuria,
avaricia, pereza, sobre todo la pereza era uno de los mayores pecados
que podían ser perpetrados por los seres. Como para quien todo lo
sabe y todo lo puede.
Salió al patio a
fumar un cigarro, se dio cuenta que había olvidado un plato con
restos de crema de avellanas, ahora estaba lleno de hormigas, le
causaban fascinación, siempre que hay hormigas las observa. Podía
notar la felicidad de los bichitos, yendo y viniendo con trozos de
pan y crema de avellanas.
Se quedó embobada
viendo a los seres más pequeños y organizados jamás vistos. En un
descuido, tres hormigas se le subieron y le picaron el empeine del
pie. Qué sabían las hormigas de agradecimiento o lealtad.
En todo lugar
siempre hay rebeldía y malagradecimiento, hay quien muerde la mano o
el pie de quien le dio de comer. Siempre habrá quien se rebele
contra los dioses, en el patio o en el olimpio es la historia de los
seres vivos.
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