Naces, creces, te vuelves buena persona, simpática, eres amable y considerada con las personas, escuchas a las personas, cuando te lo piden, aconsejas, te has puesto de su lado, has defendido a esas personas, les has abierto las puertas de tu casa, has platicado con ellos y has sentido gusto cuando han tenido triunfos, compartes tu poco tiempo y dinero en convivir porque los quieres. Y un día, un buen día, en una conversación cualquiera, sale a relucir, el machismo o la homofobia, la glorificación de la violencia, el clasisimo o racismo, y te das cuenta que en realidad esas personas que has llamado amigos, a los que has querido, valen verga. Tú estuviste cuando te necesitaron, los defendiste aun cuando no estaban presentes, has hablado bien de ellos y les has deseado, de corazón, todo lo mejor y ellos, al primer descuido lanzan su homofobia, su clasismo, racismo, machismo y son una rotunda decepción humana. Te das cuenta que ellos no harían lo mismo que tú has hecho por el...