Respiraba lentamente, como quien cae dentro del sueño. Oyó un golpé repentino, como si alguien le hubiera lanzado algo, y lo hizo, pero del otro lado de la pared. Después portazos, gritos sin claridad. Pero era evidente, una pelea se desarrollaba del otro lado. Ahora estaba alerta, atenta.
No quiso tener la necesidad de llamar a la policía, siempre es engorroso y luchaba contra el es un pleito de pareja, pero no debe cruzar la línea entre estar enojado y creer que puede golpearla, que tiene derecho que le corresponde.
Se escucharon más gritos, él era el más enojado, la voz de ella no alcanzaba a escucharse, hasta que un claro “no debiste meterte con mis cosas” y ahí lo supo, ella estaba siendo infiel y él acababa de enterarse, era víspera del Día de San Valentín, del Día del Amor y el de ellos se estaba acabando ahí justo ese día.
Él había comprado chocolates y un perfume para ella, había ahorrado 2 meses y otra deuda más, mientras ella se escribía sin culpa alguna con su amante. Él debió saberlo, ellos estaban juntos por el embarazo que se convirtió en bebé y después en una persona menuda.
La vecina con insomnio era testigo, de que él estaba
destrozado, no entendía nada, todo era mentira y él se había esforzado cada día para tener algo que darle a su familia. Pero también fue él que se metió en eso, él lo sabía, siempre lo supo, ella era esa muchacha que espera que le resuelvan todo, que sueña con ser rica sin tener que hacer ella, nada al respecto por convertirse en alguien con dinero.
La corrió en medio de la noche, la sacó del departamento. La vecina lo supo porque escuchó la pequeña persecución y el sonido azote de la puerta, parecido al azote de su propia puerta. Eran cerca de las doce de la noche, hacían falta unos pocos minutos para que San Valentín Empezara y todo el amor se había acabado justo como el 13 de febrero, el día antes del Día del Amor.
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