Una de las cosas que más quería hacer de adulta, mientras era niña, era poder manejar. Si me topaba con algún videojuego sobre autos, yo quería jugarlo. De mis sueños más frecuentes de la infancia era manejar.
Por las tardes, cuando tenía poco más de 7 años, esperaba a mi papá en las tardes porque "me llevaba a manejar" me subía a su pickup, me sentaba en sus piernas y yo solo movía el volante, pero era muy emocionante para mí.
Aprendí a manejar a los catorce años, junto con mi hermana mayor, mi mamá que había agotado su paciencia con mi hermano mayor, nos pagó un curso de manejo con un personaje al que llamamos a la fecha JuanGa.
A mis 17 era la única a la que le prestaban el carro, la condición siempre fue: me lo regresas como te lo di. Como siempre quise seguir manejando y yo sabía lo que me convenía, siempre lo entregué tal cual, hasta con el tanque, no lleno, pero cuando era más barato echar gasolina a un vocho, de 5 en 5 pesos, a la multitud que cabía en el carrito.
Siempre me ha gustado manejar, voy a Hermosillo y me vuelvo la chofer de mi mamá. Me pongo de novia y me vuelvo la chofer oficial. Cuando salimos de viaje las mujeres de la familia, yo soy la chofer.
La primera vez que manejé en carretera fue un auto que no conocía, a mitad del desierto, cuando el chofer me dijo: estoy borracho, maneja tú. Y pues sí manejé.
Con mi primer trabajo y primeros sueldos lo primero a adquirir fue un carro. Era libertad de movimiento, navegar. Conforme mi carácter se ha ido moldeando también se ha moldeado mi manera de manejar, fui de esas conductoras rápidas y furiosas solo por la impaciencia de loquefuera, después de mi primer choque, yo en el uniforme de la prepa, después de ir a dejar a mi hermana a la universidad, me volví menos acelerada, no tiene caso andar a las carreras.
Manejé por años hasta el carro de mi mejor amiga de la prepa. Ella tenía carro yo no, yo manejaba, ella no. Pasaba por mí y nos íbamos a la prepa todas las mañanas en su carrito La Cuchupeta.
Una de las primeras cosas que dije al llegar a Culiacán y ver el comportamiento vial de las personas fue: no quiero manejar, no aquí. He manejado en otras ciudades, CDMX, GDL, pero la histeria y barbarie me rebasa.
He manejado de manera circunstancial, porque soy la más sobria de X noche, y así es como la que no es de aquí y no ha manejado ese carro, sigue las instrucciones de gente borracha para llegar al destino.
Conservé mi carro, un chevy, por algún tiempo, hasta que le pedí a mis papás que lo vendieran, solo se iba desgastanto y yo lo usaba un par de veces en el año, cuando iba a Hermosillo que tampoco es que me la lleve allá (aunque a veces sí quisiera)
Ya llevo 3 años sin carro, es parte de esa etapa mía de la no posesión. Ya lo tuve todo, carro, casita, mueblecitos y no fui más feliz por tenerlas. Ahora con menos posesiones, he logrado centrarme en la parte emocional y menos posesiva de mí. Y puedo decir que sí, que soy más feliz
He conseguido vivir a 15 minutos caminando de mi trabajo y me hace tremendamente feliz, caminar para llegar es una de mis metas cumplidas. Ya les había platicado de gusto por caminar, pero hacerlo para llegara a un lugar al que se debe llegar es un triunfo para mí.
No necesitar algo y valerme por mí (mis piernas) es una fortuna chiquita. No he renunciado a los autos de por vida, solo me gusta saber que no los necesito y demostrarlo con vida.
Por las tardes, cuando tenía poco más de 7 años, esperaba a mi papá en las tardes porque "me llevaba a manejar" me subía a su pickup, me sentaba en sus piernas y yo solo movía el volante, pero era muy emocionante para mí.
Aprendí a manejar a los catorce años, junto con mi hermana mayor, mi mamá que había agotado su paciencia con mi hermano mayor, nos pagó un curso de manejo con un personaje al que llamamos a la fecha JuanGa.
A mis 17 era la única a la que le prestaban el carro, la condición siempre fue: me lo regresas como te lo di. Como siempre quise seguir manejando y yo sabía lo que me convenía, siempre lo entregué tal cual, hasta con el tanque, no lleno, pero cuando era más barato echar gasolina a un vocho, de 5 en 5 pesos, a la multitud que cabía en el carrito.
Siempre me ha gustado manejar, voy a Hermosillo y me vuelvo la chofer de mi mamá. Me pongo de novia y me vuelvo la chofer oficial. Cuando salimos de viaje las mujeres de la familia, yo soy la chofer.
La primera vez que manejé en carretera fue un auto que no conocía, a mitad del desierto, cuando el chofer me dijo: estoy borracho, maneja tú. Y pues sí manejé.
Con mi primer trabajo y primeros sueldos lo primero a adquirir fue un carro. Era libertad de movimiento, navegar. Conforme mi carácter se ha ido moldeando también se ha moldeado mi manera de manejar, fui de esas conductoras rápidas y furiosas solo por la impaciencia de loquefuera, después de mi primer choque, yo en el uniforme de la prepa, después de ir a dejar a mi hermana a la universidad, me volví menos acelerada, no tiene caso andar a las carreras.
Manejé por años hasta el carro de mi mejor amiga de la prepa. Ella tenía carro yo no, yo manejaba, ella no. Pasaba por mí y nos íbamos a la prepa todas las mañanas en su carrito La Cuchupeta.
Una de las primeras cosas que dije al llegar a Culiacán y ver el comportamiento vial de las personas fue: no quiero manejar, no aquí. He manejado en otras ciudades, CDMX, GDL, pero la histeria y barbarie me rebasa.
He manejado de manera circunstancial, porque soy la más sobria de X noche, y así es como la que no es de aquí y no ha manejado ese carro, sigue las instrucciones de gente borracha para llegar al destino.
Conservé mi carro, un chevy, por algún tiempo, hasta que le pedí a mis papás que lo vendieran, solo se iba desgastanto y yo lo usaba un par de veces en el año, cuando iba a Hermosillo que tampoco es que me la lleve allá (aunque a veces sí quisiera)
Ya llevo 3 años sin carro, es parte de esa etapa mía de la no posesión. Ya lo tuve todo, carro, casita, mueblecitos y no fui más feliz por tenerlas. Ahora con menos posesiones, he logrado centrarme en la parte emocional y menos posesiva de mí. Y puedo decir que sí, que soy más feliz
He conseguido vivir a 15 minutos caminando de mi trabajo y me hace tremendamente feliz, caminar para llegar es una de mis metas cumplidas. Ya les había platicado de gusto por caminar, pero hacerlo para llegara a un lugar al que se debe llegar es un triunfo para mí.
No necesitar algo y valerme por mí (mis piernas) es una fortuna chiquita. No he renunciado a los autos de por vida, solo me gusta saber que no los necesito y demostrarlo con vida.
Comentarios
Publicar un comentario