Aun se desconocen
los verdaderos motivos del fuego. No se sabe a ciencia cierta cuáles
eran las intenciones de su nacimiento y manifestación. Nadie sabe
por qué eligió ese lugar, esa hora, hacer eso. No es que estemos
culpando al fuego. Sabemos que tiene que haber una provocación que
precede al fuego.
La manifestaciones
públicas del fuego no ocurren por capricho propio del fuego. Alguien
tuvo que haberlo convocado, rara es la vez que el fuego llega solo,
espontáneo, inicia porque sí. Nada sucede porque sí.
Siglos, muchos años,
tras muchos años quedaron hechos cenizas, dejaron de existir tras
una enorme, enorme aparición del fuego, ahora será una inolvidable
aparición del fuego, ese ser hambriento e incontrolable.
Ahora tenemos el
horrendo honor de tener una Alejandría parte dos. El museo fue
consumido por las llamas, aunque las llamas no sepan que existen
otras formas de consumir cultura, no evitaron el peso de su
naturaleza.
Esta tragedia, se
multiplica dentro de ella misma. Objetos de 20 mil años de
antigüedad, objetos conservados a lo largo de mil, dos mil, veinte
mil años había sobrevivido a terremotos, erupciones volcánicas,
guerras, pestes, evolución, desaparición de civilizaciones enteros,
a equivocaciones y aciertos humanas habían sobrevivido.
No sé qué motivos
tuvo, tenía el fuego o si su hambre es más o menos relevante que
conservar pedazos de historia, objetos que lograban congelar la
historia de la humanidad. Máquinas contestadoras sobre las preguntas
que nosotros nos hacemos a nosotros mismos.
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