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Después de la tormenta


Después de 2 inundaciones en menos de una semana y 1 combo (migraña y diarrea) y un refrigerador que compré para que se descompusiera, en mi primer semana en el nuevo depa, llegué a mi trabajo el lunes, sintiendo que todo mal había quedado atrás que había superado las dificultades, pero cual fue mi sorpresa al abrir mi bolso para hacer la transacción desayuno-dinero, hormigas, muchas hormigas, un millón de ellas, todas dentro de mi bolso.

Ahí, me sentí una mala comedia de bajo presupuesto y de chistes forzados. ¿Neta-neta? ¿Así va a estar el pedo? Entre risa de nervios (albordedeunataque) limpié mi bolsa, me deshice de las hormigas, “Es de buena suerte” me dijeron, y resulta que ese día, después de esa semana, tener hormigas en el bolso más que un golpe de suerte era una gota que derramaba un vaso.

La telepatía de los amigos me ayudó, después de estar ansiosa, sentada solo viendo la ruina y el desorden que sigue siendo mi nuevo depa, ah pues porque todavía hay cosas secándose, unas esperando ser lavadas y no hay mucho dónde almacenar todaslascosas, desmoralizada, ansiosa. Pensando en una amiga me llega un mensaje en el que me dice que me ha pensado mucho, le cuento mi semana.

Me ofrece ayuda, opciones de solución, pero sobre todo y lo más importante, yo, la que estaba sentada a punto de caer en las lágrimas de la frustración y el berrinche de todolopasado, sus palabras. Me regresó unas palabras que le dije y me dijo las palabras justas que necesitábamos escuchar. Pero más que palabras había una carga, un algo en cada cosa pronunciada, mi cuerpo comenzó a reaccionar.

De un momento a otro pasé de querer llorar a sentir tranquilidad, a reírme, a sentirme reconfortada. Yo era una sentada en la silla en medio de la sala vacío y que si contiene algo son bolsas y cajas que esperan por estar secas, de eso a bailar por toda la casa con una energía y felicidad que en la última semana no había sentido.


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