Creo que siempre fui una y no lo sabía, ahora hago un
recuento de mis pensamientos, incluso infantiles y concluyo que esa tendencia
mía a no entender por qué derivaba de
eso o viceversa.
De niña, en general no me parecían interesantes las personas
per sé, es decir, siempre preferí
estar sola y jugar sola que con alguien más y no intenta ser un relato para que
suspiren por la pobrecita de mí, sino una defensa real y amante a la soledad a
la cual yo llamo libertad, siempre prefiriendo mi propia compañía, antes, de
tener que someterme a la compañía de quien sea con tal de estar acompañada
(¡Qué hueva!).
En mi infancia temprana tuve en especial un amigo, Alfredo y
con él compartíamos momentos y juegos, a veces, Alfredo influido por David,
otro niño que aceptamos en nuestros días, decía cosas como es que los hombres
esto o las mujeres aquello, es decir en su diminuta cosmovisión los hombres y
las mujeres eran cosas tan diferentes que, por decir, no estaba bien para David
que yo fuera un as de la bicicleta y Alfredo llegó a repetir esas cosas, quizá
porque en su casa también le decían lo mismo, pero yo sabía que no las creía.
Con David fuera de nuestras vidas, porque su estancia duró
poco, Alfredo volvió a ser el mismo con quien turnarme para jugar a las Barbies
lo mismo que a los J.I Joe, sin quererlo o saberlo, los dos estábamos rompiendo
reglas, reglas implícitas de lo que una persona con pene y lo que una persona
sin pene podían/debían hacer y para nosotros solo era diversión justa repartida
para los dos.
Cada vez que llegué triste diciendo a mi mamá es que ellos dicen que es de hombres, algo
como jugar a los carritos, mi mamá respondía si no se necesita el pájaro (mi madre siempre le llamó pájaro al
pene) no es de hombres solamente, pero siempresiempre pensaba no entiendo por qué, a qué se refieren.
Mi mundo jamás estuvo dividido de esa forma, claro, había detalles
desiguales, o actividades sobre todo las domésticas ellos a impermeabilizar y
nosotros a trapear, pero en mi mundo no había prohibiciones o deber ser por ser mujer, no había
actitudes o formas que yo debí adoptar.
Una vez salí a acampar con mi papá, sus amigos y los hijos
de sus amigos. Sí, yo era la única mujer y fui porque insistí tanto en ir a
acampar, aun ahora amo acampar. En esa ida a nosédonde, inventaron un juego de
balancearse sobre una cuerda, amarrada a un árbol para pasar de un lado a otro
de un charco, lo primero que los niños dijeron cuando yo quise jugar fue ¡nopuedeporqueesmujer! Y la respuesta de
mi papá fue: Déjenla intentarlo y verán.
Me dejaron y basta decir que por el orgullo de las mujeres y
para lección de los hombres que me dijeron queyonopodía,
pues me tomé con todas mis fuerzas, me aguanté el ardor en las manos de
aferrarme a la cuerda para no caer, (porque estaban esperando a que cayera) y
crucé al otro lado triunfante.
Entre mis pensamientos de siempre, la independencia a la que
me alentaron mis padres, nunca me dijeron que no podía y yo no me enteré jamás
de la imposibilidad. Nunca me vi inmersa en eso
de no puedo porque soy mujer o dejar
que mi destino estuviera trazado porque nadie metió eso en mi cabeza, porque es la vida de una mujer.
Ahora comprendo la libertad de la que gozaba, gocé y gozaré
porque esas ideas jamás fueron introducidas en mi pequeña mente de infante,
nadie me puso límites imaginativos, espirituales, mentales, de ahí viene la
raíz, mi raíz, es la posibilidad de todo.
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