La tripa nunca
te miente
le dijo mientras algo como un beso se estaba cocinando, era, pero no era,
entonces nunca fue. Al final de la noche no hubo beso, pero nunca se olvidó de
esa cosa extraña que le dijo sobre la tripa.
Años, muchos años después, quizá por mero instinto o
por interiorización, quizá porque fue encontrando otras formas de corroborar,
porque fue encontrando de diferentes fuentes la misma respuesta: hazle caso a
la tripa, parecía decir todo, que se lo decía en otras palabras, pero al final
eso.
Estudios científicos corroboraron que hay neuronas en
el estómago, lo que comprobó la sospecha colectiva (y de ella misma) de que el
amor o el miedo se siente en el estómago, o por lo menos, ella lo siente ahí.
No sabe qué sea, pero también siente algo en el estómago cuando lee algo que le
gusta, es más que gustar, es encantar, o algo más, es algo parecido a emoción o
vértigo por entrar en otra dimensión, una donde es posible que el autor (en
tiempo pasado) y ella (en tiempo presente) hable y ella lo entienda, un anzuelo
o algo parecido a un anzuelo es lo que siente en la boca del estómago.
Desde entonces, trata de hacerle caso a lo que siente y
lo que siente, lo siente en el estómago porque se equivoca menos desde que le
hace caso, porque pensar es escuchar al resto de los que no son tú y cuando los
que no son tú opinan sobre tu vida, es porque no están siendo tú.
Ella que todo lo que quiere es ser ella.
¿Quieren un consejo? No es mío, pero ha servido mucho
a quien lo ha recibido: Hazle caso a la
tripa, la tripa nunca miente.
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