Algo me pasa con los insectos, tengo la certeza de que en el mundo de los mosquitos hay una estatua erigida en mi honor o venden mi sangre como caviar enlatado en el supermercado del mosquito con mi cara en la etiqueta. Al parecer soy una delicia y exquisitez para la mayoría de los mosquitos, a veces con cierto resentimiento inofensivo he pronunciado: ojalá tuviera el mismo éxito con las personas que tengo con los mosquitos.
Pero mi celebridad con los bichos no acaba con los mosquitos, no, es donde empieza y termina, hay más bichos que son fans míos, como las cucarachas. La última vez que fui a Hermosillo, el uber que tomé de casa a la central fue tomado de rehén por una cucaracha, entonces íbamos el chofer y yo aterrorizados. ¿Recuerdan esa escena del Silencio de los Inocentes cuando el asesino le apaga la luz a Clarice y ella anda a tientas con una pistola tratando de sobrevivir? Esa era la sensación: prisa, un auto en movimiento y la cucaracha acechando, me pasó por el brazo, al chofer por el cuello, sobrevivimos. Pero imaginen la escena, de mí trémula y temerosa con el celular en modo lámpara para cazar a la rufiana esa.
La otra con cucarachas fue en una primera cita hace algunos ayeres, primera cita, todo el encanto del mundo, paseando por un parque, y en eso una sensación extraña dentro del pantalón y no, no es lo que piensan, era un ser rastrero moviéndose por dentro de mi pantalón, de pierna, mis reflejos/instintos, me hicieron acorralarla tomarla con la mano. La siguiente escena, soy yo quitándome el pantalón en un lugar público (que no ha sido la única vez) enfrente de mi próximo amor, quizá eso fue lo que amarró.
Pero no es la única vez que mis pantalones han estado en problemas, otra vez fue en un panteón, eran mochomos y no fueron tímidos a la hora de subírseme, y entrar por mí, ajá, pantalón otra vez, de eso creo que hay una serie de fotografías de mí despojándome del pantalón gracias a que casualmente íbamos a un proyecto de foto y detrás de la cámara estaba mi amiga Diana, que se moría de la risa viéndome sufrir el ataque de los mochomos asesinos.
Tengo bonus track como el de los 3 ciempiés que me han salido de la coladera de mi regadera mientras tengo shampoo en los ojos o en eso el shampoo, siempreoportunista, se me mete a los ojos. O la chicharra de ayer que parecía haber surgido por generación espontánea de la pantalla que pende del foco de mi cuarto, así nomás, escuché el ruido del papel, después en pánico ella y en pánico yo, abrí la puerta del cuarto en su vaivén histérico la guíe con la escoba y miedo al exterior.
En fin, los bichos y yo tenemos algo, (¿un romance? ¿Relación amor-odio?) o ellos tienen un fetiche conmigo, o ¡como sea!, parece que no termina, y después a mi muerte pues, obviamente seré el festín de festines para los gusanos, quizá ahí ellos inventen la palabra en el idioma del bicho: ambrosía.
Su amiga, manjar de los bichos, Daniela.
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