Algo me pasa con los insectos, tengo la certeza de que en el mundo de los mosquitos hay una estatua erigida en mi honor o venden mi sangre como caviar enlatado en el supermercado del mosquito con mi cara en la etiqueta. Al parecer soy una delicia y exquisitez para la mayoría de los mosquitos, a veces con cierto resentimiento inofensivo he pronunciado: ojalá tuviera el mismo éxito con las personas que tengo con los mosquitos. Pero mi celebridad con los bichos no acaba con los mosquitos, no, es donde empieza y termina, hay más bichos que son fans míos, como las cucarachas. La última vez que fui a Hermosillo, el uber que tomé de casa a la central fue tomado de rehén por una cucaracha, entonces íbamos el chofer y yo aterrorizados. ¿Recuerdan esa escena del Silencio de los Inocentes cuando el asesino le apaga la luz a Clarice y ella anda a tientas con una pistola tratando de sobrevivir? Esa era la sensación: prisa, un auto en movimiento y la cucaracha acechando, me pasó por el brazo, a...